Las Vidas de la Moda del Siglo XX

Séptima Entrega

El Youthquake

La década del sesenta representó otro quiebre en el devenir de la moda. Retomando las entregas anteriores, la primera mitad del siglo XX se encontró con la erradicación del corsé y un guiño hacia las morfologías orientales de la mano de Poiret, con la fundación de un nuevo concepto del total look y con la noción de estilo en el vestir con Chanel. A su vez, también se fue forjando el intrínseco vínculo de la moda y el arte con Schiaparelli, se produjo la vuelta de la Alta Costura parisina con Dior y la precisión quirúrgica en la confección de Balenciaga. El vestir, hasta ese entonces, estaba digitado por un público adulto y esto, con el correr de los años, se modifica drásticamente en los sesenta, donde un nuevo paradigma provocó un cambio en los códigos del vestir. 

En relación al contexto político, social y cultural, un escueto punteo por los hitos a nivel mundial de los años sesenta comienza con la segunda ola del feminismo y la aparición de la píldora anticonceptiva delineando así la famosa liberación sexual. Se sumó la edificación del muro de Berlín, dejando de un lado a la Alemania capitalista y del otro a la comunista y, a su vez, el desarrollo tecnológico se enfocó en la carrera espacial para ver qué potencia se coronaría como los primeros en llegar a la luna. Sin descuidar el impacto cultural en la música: provocado por Los Beatles y los Rolling Stones que vistieron looks mods de pies a cabeza; en el cine: con Godart y sus secuaces de la Nouvelle vague y en las artes plásticas: la revolución del Pop art comandado por Andy Warhol. 

El campo de la moda no se quedó atrás: Diana Vreeland se ubicó como la editora de moda por excelencia y sus gestos rupturistas marcaron un antes y un después en la profesión. Criticada y alabada, Vreeland habilitó un nuevo modo de comunicar moda, uno en estrecha relación con las artes, donde el concepto de lo que se quiere contar se vuelve prioritario. En sintonía con la era conceptual en las artes plásticas, la moda comenzaría a buscar nuevos modos de narrar sus historias. Sin duda su punto fuerte fue saber leer la época. Una de sus columnas para la edición enero de 1965 de la revista Vogue estadounidense dejó en claro:

 

“There is a marvelous moment that starts at thirteen and wastes no time. No longer waits to grow up, but makes its own way, its own look by the end of the week. The dreams, still there, break into action: writing, singing acting, designing. Youth, warm and gay as a kitten yet self-sufficient as James Bond, is surprising countries east and west with a sense of assurance serene beyond all years . . . The year’s in its youth, the youth in its year. Under 24 and over 90,000,000 strong in the U.S. alone. More dreamers. More doers. Here. Now. Youthquake 1965.”

 

De los sucesos mencionados se desprenden motivos recurrentes en el universo de la moda. Por un lado, una amalgama joven que se apropió de los espacios como nunca antes y definió sus valores y los de las generaciones venideras: el amor libre, la preocupación por el medio ambiente, el rechazo a los vetustos cánones y al consumo desmedido. Por otro lado, la cuestión tecnológica que se inmiscuyó en cada recoveco de la vida social y cultural dio lugar a la era espacial. El plástico y demás fibras artificiales fueron los materiales más usados para confeccionar los diseños del momento. En sus infinitas variantes, con materialidades que iban desde las más rígidas a las más blandas, y sus paletas de colores de opacos a brillantes, se conformó un estilo espacial que fue retomado por diseñadores como Paco Rabanne (quien empleó placas de aluminio, alambres, discos entre otros materiales para sus brillantes creaciones), André Courreges y Pierre Cardin. 

Así se delineó la silueta del Swinging London que revolucionó las calles: morfología recta y un largo por arriba de la rodilla en colores planos y rabiosos que iban acompañados del corte bob, un corte de cinco puntas bien al cuello y voluminoso que fue replicado en Londres, París y Nueva York, ideado por Visal Sassoon. La juventud digitó el ritmo del vestir y aportó alegría y color. El diseño gráfico a su vez vistió las fachadas de las tiendas boom: aquellas comandadas por los mismos jóvenes que decidieron experimentar y elegir qué vestir para trascender el avejentado estilo anterior. Quien supo acompañar el espíritu de la juventud fue la diseñadora británica Mary Quant. No sólo creó minifaldas y vestidos bien cortos, también diseñó calzado, ropa interior y barajó la noción de acercar el diseño de autor a quien desee usarlo. En su tienda Bazaar,  ubicada en la mítica Kings Road, recibió un centenar de mujeres de clase media, clase alta y hasta las jóvenes nobles se probaron sus atavíos típicos. El Swinging London fue su bandera. 

A su vez, otro diseñador que también se hizo eco del estilo de los sesenta fue Yves Saint Laurent (antiguo discípulo de Christian Dior) quien catalizó todos los estímulos de su época y aportó novedosos modos de vestir. Fue el francés quien adoptó el traje masculino y lo reversionó para el público femenino. Lo entalló (marcando sutilezas que beneficiaron el andar de la mujer), lo urbanizó y lo catapultó como objeto de deseo. Otra decisión estilística tuvo que ver con la incorporación de los textiles transparentes para sus series See-through. Saint Laurent (continuando con esa línea de aportarle a sus vestibles una cuota vanguardista ligado a lo sexual) adoptó el abrigo cazador con variaciones. En sus trajes safari se puede percibir cómo incluyó cordones y cinturones para anudarlo simulando un abrigo tipo segunda piel. También coqueteó con los vestidos de inspiración oriental. Confeccionó prendas con sedas en colores negros, amarillos y rosas y los customizó con exótica pedrería. Los diseños psicodélicos compartieron vidriera con los más arty, como la serie Mondrian. En 1965, lanzó al mercado la línea Mondrian encabezada por el vestido homónimo. El diseñador se inspiró en el millonario cuadro de Piet Mondrian “Composición con azul, rojo, amarillo y negro” de 1922 y realizó una serie de vestidos y chaquetas de líneas rectas con diseño abstracto en colores amarillo, rojo, azul y negro. Cuadro que era de su patrimonio hasta que en 2009 el Guggenheim Abu Dabi lo compró por 21,5 millones de euros, precio récord para una obra del artista francés.

Ese no fue su único vínculo con el arte. Uno concreto fueron las recurrentes sesiones fotográficas con Helmut Newton que enmarcaron un estilo de fotografía de moda muy revisado hasta en la actualidad por influyentes fotógrafos del campo. El segundo, quizás el más significativo, fue el que lo tuvo como protagonista de la que fue la primera exposición retrospectiva de moda de un diseñador vivo. Diana Vreeland fue la curadora. Este hito en la curaduría de moda permitió el desarrollo posterior de las exposiciones show (tan convocantes como las exhibiciones más reconocidas de arte visual) que convocan a millones de personas en cada ocasión. Así, nuevamente, el vínculo entre arte y moda queda sellado. 



















Fotografías: Moda, IIKioto; V&A Museum. 

 

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