Acá ha habido justicia
Esta es una reseña de la obra de Mariano Tenconi Blanco, quien hoy en día estará pisando el campus de la Universidad de Iowa para participar de la Residencia del International Writing Program (leí por ahí que es la residencia más grande y antigua del mundo). Así que una buena oportunidad para reflotar lo que escribí en su momento, volver a hablar un poco de él y sobre todo de su arte.
La Fiera. Director:
Mariano Tenconi Blanco, elenco: Iride
Mockert, música en vivo: Sonia Álvarez e Ian Shifres, teatro: El
Extranjero.
Luces apagadas.
Una melodía inquietante. El silencio. Una única luz en el medio del escenario y
ella, la Fiera. Desde el mismo
principio, con unas líneas desgarradoras, nos adentra en lo que serán los 58 minutos que le siguen a la última obra de Mariano Tenconi Blanco, que una vez más conmueve hasta las lágrimas, hace reír y por sobre todo reflexionar acerca de temas sociales y políticos que tocan bien de cerca.
principio, con unas líneas desgarradoras, nos adentra en lo que serán los 58 minutos que le siguen a la última obra de Mariano Tenconi Blanco, que una vez más conmueve hasta las lágrimas, hace reír y por sobre todo reflexionar acerca de temas sociales y políticos que tocan bien de cerca.
Ella, Iride
Mockert, es la protagonista. No sólo por ser un unipersonal, sino porque encara
como nadie la puesta en escena de esta comprometida obra de teatro. Y no sólo
eso, encara también a cada uno de los que están en la platea, al igual que
encara a cada uno de esos “hombres” a los que vacía enteros con tal de vengar
la violencia de género y a todas las mujeres vejadas por ellos -en el mejor de los casos-. Porque la venganza, como bien cita La Fiera,
es una sola.
Basándose en la
leyenda norteña del hombre-tigre, en este caso mujer-tigresa, Iride narra con todo su cuerpo y toda su voz
la historia de una muchacha que, impulsada por la desaparición de su hermana
-la María- y por todos los casos de violencia contra la mujer, busca justicia por mano propia en las calles
tucumanas. Una verdadera heroína. Pero
ni como Beatrix Kiddo en Kill Bill,
ni como Irina Duvbrona en La Mujer Pantera.
En este caso, ella es una heroína trágica tucumana, golpeada por la vida, de
clase bien baja, burra, como suele calificarse así misma por no haber ido a la
escuela y triste, pero valiente, bien valiente.
En pleno relato,
la fiera se encuentra con otra fiera -una tigresa sabia en el tema de la búsqueda de justicia- a la
que caracteriza por su madurez, por sus ojos bien chiquitos y tristes, pero en
el fondo sin miedo. Es ésta sabia mujer-tigresa quien, en medio de la noche, guía
a la fiera para que pueda reencontrarse
con su hermana -desaparecida en manos de “chumbita”, quien regentea el burdel
donde está la María. Es en ese mismo momento cuando la imagen que se viene a la cabeza como a
borbotones -salvando las distancias- es la de Susana Trimarco, esa sabia mujer
con ojos bien chiquitos y mirada triste, pero valiente, que desde su lugar
lucha y busca justicia por su hija y por todas las mujeres en la misma
situación que Marita Verón. La cita es inevitable. El compromiso político y
social y el amor son parte de todas las obras de Tenconi Blanco: Montevideo,
Lima Japon Bonsai y Quiero decir te Amo.
En La Fiera no se toca el tema de la
guerrilla urbana uruguaya de los años ´60 y ´70 –Montevideo es mi futuro eterno- , o el de la guerrilla peruana en
manos del MRTA – Lima Japón Bonsai -.
Tampoco aborda el tema del amor como en Quiero
decir te amo, bajo cartas de amor compartidas por dos mujeres desconocidas
que juntas suscitarán la pregunta de si el amor, acaso, es sólo fruto de una
construcción femenina. No. En La Fiera,
Tenconi Blanco nos participa de un amor fraternal incondicional, de una
necesidad de justicia y de venganza que hiela la sangre y de un compromiso
político que sacude como un terremoto para no olvidar lo que está pasando con
miles de mujeres alrededor nuestro, a cada minuto. Y lo hace con soltura, con desprejuicio, con sangre,
con gritos, con lírica, con cumbia.
Porque con apenas 30 años, este director posee la envidiable facilidad
de volver poesía hasta los temas más crudos.
La música en
vivo también comienza a ser una marca registrada de sus obras, ya que la banda
de sonido de cada una de sus puestas en escena no es detalle menor. La música
que envuelve todo el relato está en manos de Sonia Álvarez e Ian Shifres,
acompañando a Iride, en cada momento, en cada paso, en cada baile, en cada
respiración. La escenografía minimalista la componen ni más ni menos que una
suerte de señalización de ruta y un
banco de madera, que en diálogo
constante con la iluminación modifican el espacio de representación, expandiéndolo
y achicándolo. Su único vestuario son unas calzas en color azul metalizado y un
canguro animal print. La realidad es que ni Mockert ni la trama en sí,
necesitan de más para atrapar al espectador y situarlo en esa hermosa provincia
norteña, al lado de La Fiera.
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