¡Ay, Pedro!

Hace poco se estrenó su última película en Buenos Aires: Julieta. Lo que me hizo reflexionar, una vez más, acerca de la capacidad del director de captar lo más íntimo de las mujeres y hacerlo película. Dejo un texto que habla sobre eso y un poco más...

Más de treinta años de carrera, casi veinte películas y un estilo enmarcado para la eternidad. Es que Pedro Almodóvar (64) supo retratar como nadie las miserias, los amores, las pasiones, las locuras, los ataques y la violencia que engendra el mundo femenino. Y no sólo eso. 
Le puso color rojo sangre, maquillaje extravagante, vestuarios de reconocidos diseñadores, boleros, y una sentimentalidad arrolladora a cada una de sus películas. A partir de él, la realidad fue revelada a través del absurdo y del histrionismo, con toques de humor negro y pizcas de pesimismo. Pocos directores han suscitado tanta atención como él y una vez más será reconocido.

En este caso, lo galardonarán con el premio Lumiére 2014, al final del homónimo festival de cine que se celebrará este octubre en Lyon. Según los organizadores, el premio se basa en el tiempo, el reconocimiento y la admiración.  No es para menos: el cineasta español lleva tiempo consolidando su estilo a partir de la mezcla de distintos géneros como la comedia negra, el melodrama, el thriller o el drama social, con lugares para la sátira y la comedia. Creador de personajes inolvidables, este cineasta español logró hacer del universo amoroso, un credo. 

Comenzó filmando en 1980, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, una película que retoma a personajes vulnerables que se abandonan a la pasión y sufren el amor. Características que se evidencian más y menos en casi todos sus films, así como la violación, la amistad, la muerte, la maternidad, creando de esa forma un universo único y típico de él. Ya no sólo las películas se reconocen bajo el estilo almodovariano, esa atmósfera recargada mitad kitsch mitad barroca, también se la puede apreciar en la ambientación de una casa, una vestimenta, un disco, hasta en lo más cotidiano puede surgir él y todo su mundo.

Ese universo sobrecargado de colores estridentes que se imprimen sobre maquillajes, vestuarios, paredes, muebles, enmarcan a los personajes femeninos que deben de llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias profundizando así también cada recoveco de su personalidad. Todos sus personajes parecen estar poseídos por una fuerza inmensa y destructiva, cuya muerte es la última parada, enmarcados en cuestiones familiares, sociales, culturales y naturales de cada individuo.

En un lapso de casi diez años, le siguieron Laberinto de Pasiones (1982), Entre tinieblas (1983), ¿Qué he hecho yo para merecer esto! (1984), Matador (1985), La ley del deseo (1986), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1987) y ¡Átame! (1989). Todas interpretadas por personajes femeninos bien delimitados. Pero las mujeres no pueden vivir sin los hombres y siempre al lado de ellas, están ellos. En sus melodramas, Almodóvar juega con ambos constantemente, los expone, los ridiculiza, los muestra sufriendo por los otros, generalmente ellas sufriendo por ellos, traicionados, mimetizados al punto tal en que uno quiere convertirse en el otro. La transexualidad también forma parte de su filmografía. Todo sobre mi madre (1999) y La mala educación (2004) lo dejan establecido.

Carmen Maura -Volver (2006)-, Victoria Abril -Kika (1993)-, Penélope Cruz,-Carne trémula (1997)-, Rossy de Palma –La flor de mi secreto (1995) y Cecilia Roth -Todo sobre mi madre (1999)-, son sus musas más vistas en los largometrajes. A menudo retratadas como víctimas, pero sin duda con un montón de recursos que les permiten desarrollar en profundidad el carácter femenino que Almodóvar, con la fuerza que lo caracteriza, resalta en cada una de sus películas. La mayoría de ellas fueron producidas por El Deseo, productora que fundó junto a su hermano Agustín en 1986  y que también sirve de apoyo para otras tantas películas de distintos directores.

Otra actriz casi fetiche del director es Elena Anaya, quien protagonizó dos de sus películas: “Hable con ella” y “La piel que habito”, quizás las más aclamadas por la crítica mundial. La realidad es que Pedro Almodóvar ya en el siglo XXI y con la ayuda del paso del tiempo logra no sólo consolidar su estilo, sino redireccionarlo, modificarlo, profundizarlo. Ante “La piel que habito”, no sólo se experimentan infinidad de sensaciones, sino que puede comprenderse a un Almodóvar cómplice de su público, del cine mismo, de su historia. Llega a su anteúltima película con ganas de jugar con todo aquello que implica el cine: multiplicidad de planos, guiños cinéfilos, actores de su universo, y una fotografía demoledora.      

La codicia, la posesión, la traición, el odio, el rencor y el sexo se entremezclan para narrar la historia de un mega reconocido cirujano que busca por medio de experimentos obtener una piel artificial mucho más resistente. El accidente que provocó la muerte de su mujer, un incendio, fue el puntapié para que este cirujano iniciase los experimentos al respecto. Sin embargo, en esta ocasión se ve envuelto en una necesidad de venganza y deseo que tan bien sabe construir Pedro Almodóvar. Pero hay un tema que si bien no es nuevo, evidencia su carácter polémico y actual de cada una de sus creaciones: la cuestión del género. En esta oportunidad lo eleva a un nivel extremo, despertando en el espectador una perturbadora sensación provocada por el real inverosímil.

Una vez más este español vuelve a jugar con las formas de dominación, sometimiento y maneras de amar, odiar y sentir de los seres humanos. Su virtuosismo se plasma en cada primerísimo plano, en cada color de la escenografía, en cada línea de los personajes. El barroquismo de todos sus films se vuelca en este también, pero en esta oportunidad esta escondido, tapado bajo los fríos colores de ese quirófano ascético y gélido que dio lugar a una de las obras más referenciales de su carrera, que agrupa su espíritu de director-cirujano: recortar, pegar, unir, modificar y coser cada una de las escenas más memorables de su filmografía. En esta oportunidad, ese quirofáno, el del Dr. Ledgard (Antonio Banderas) sirve de metáfora del suyo, como si fuera una incubadora de incontables y memorables historias que nunca pasarán de moda, al igual que su estilo.


Luego de dos premios Oscar, por mejor guión original en Hable con ella (2002) y mejor película extranjera por Todo sobre mi madre (1999), dos Globos de Oro por las mismas películas, y seis Goya por mejor película, guión original, y mejor director por Volver, Todo sobre mi madre y Mujeres al borde de un ataque de nervios, en esta ocasión, Pedro Almodóvar no participa de una selección ni de una competencia, sino de una mención y un homenaje digno a su trayectoria y su arte.  



Foto: Vogue españa

Comentarios

Entradas populares