Un viaje hacia la introspección
Reseña de la obra de danza Polaris, de Carolina Cazzulino. Estuvo en Cafe Muler.
Movimientos, sombras, sonidos,
visuales, todo en Polaris se multiplica
y se vuelve uno. Mil presencias de una misma cara, o de muchas, de un universo
o de varios. La última obra de Carolina Cazzulino nos envuelve en un viaje que
a medida que pasan los minutos se intensifica y se agranda para luego
replegarse y volver a expandirse. Situación que se repite
a lo largo de casi toda la puesta en escena, pero con diferentes matices y objetos que habilitan a la introspección, a la conexión con lo más sensible del ser humano y por qué no a la meditación.
a lo largo de casi toda la puesta en escena, pero con diferentes matices y objetos que habilitan a la introspección, a la conexión con lo más sensible del ser humano y por qué no a la meditación.
La música y las visuales, así como
el juego de luces, construyen los mundos de los que los sujetos son parte, con
sus similitudes y diferencias, con sus ambigüedades y sus precisiones, con sus
pares y sus opuestos. Los universos son recreados a partir de la apelación a
los sentidos. Cada paso, cada giro y cada movimiento bucean en submundos que
serán interrumpidos por los gong, que
con sus poderes ancestrales sacan del climax al espectador y lo vuelven a
ubicar en el presente. Suerte de llamados para volver a la tierra o para irse,
y seguir viajando.
Las sombras chinescas anticipan ese
encuentro con lo ancestral, con lo platónico si retomamos la alegoría de las
cavernas y nos encontramos con dos mundos distintos, el que se ve y el que no.
En este caso, las sombras proyectadas del cuerpo de Cazzulino deleitan a la visión,
permiten ver infinitas formas, bailar al ritmo del devenir constante, como un
todo fluido y dinámico. El vestuario acompaña esta tridimensión que envuelve a
toda la obra. La pollera en color rosa con varias capas de tul simboliza el
volumen y la liviandad y la suerte de tocado-corona enmarca a la protagonista y
todos sus movimientos.
Su intenso final llama a la
reflexión, recuerda que las polaridades son concretas, están en lo cotidiano: hombre-mujer,
luz-oscuridad. El bien, el mal. Polaris
nos enfrenta con ellas y permite concebir un mundo continuo, dejando de lado
los individualismos y confiando en la posibilidad de trascender las
polaridades.
Foto: Rodrigo Noya
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