El arte está de moda
En la presentación de la colección Valores, Martín Churba sorprendió con el
carácter performático que invadió el final de su desfile, una tendencia que ya
hace varios años late en otras partes del mundo.
Entre obras de
arte, música electrónica y proyecciones visuales, el mundo se detiene por
apenas cuarenta segundos.
Tres modelos, envueltas en prendas de estampados digitales, colores tornasolados y medidas oversize, se frenan al lado de una instalación. El diseñador irrumpe en la pasarela. Les quita uno a uno los abrigos y los cuelga en un perchero. Las modelos dejan la escena. La indumentaria, en cambio, queda cual escultura expuesta en un museo. El público aplaude y ovaciona ese movimiento final. La influencia de Hussein Chalayan retumba en el amplio galpón blanco de Villa Crespo. No reconocer similitudes sería, cuanto menos, pecar de distraído. Modelos actuando, pasarelas desmaterializadas o locaciones en museos son apenas algunas de las aristas que se desprenden al citar las presentaciones de moda ligadas a lo artístico, en este caso, performáticas. Al igual que en París o Londres, los desfiles se muestran como un lugar de comunión donde ambas disciplinas se yuxtaponen para dar rienda suelta a la experimentación y creatividad. El exponente local es Martín Churba (46), quien desde sus inicios viene incurriendo en esta nueva forma estética.
Kimono tornasol en composé con la obra de Rothschild,
en la presentación de Valores en Galería Ruth Benzacar.
Al igual que en
su colección anterior, Churba eligió la Galería Ruth Benzacar para emplazar su
pasarela. La suma de las partes fue efectiva. Cada detalle, claramente no
librado al azar, concluyó en el ya consagrado desfile performático. Los amplios
salones sirvieron de escenario por donde las modelos iban y venían, y el
espacio que quedaba alrededor fue ocupado por el público. Las obras de Miguel Rotshchild
se entremezclaron con las prendas exhibidas provocando un espectáculo digno de
contemplación y placer. Pero para
comprender la influencia y entender lo performático es necesario remontarse a
la década del ´80, cuando el semillero de la Saint Martins (Universidad de las
Artes de Londres) incubaba a los grandes precursores de la moda como
espectáculo: John Galliano (55), Hussein Chalayan (46) y Alexander McQueen
(fallecido en 2010, a los 41 años).
Las obras de Rothschild interactúan con los modelos de
Tramando
La huella que
dejaron estos artistas puede observarse en Churba. De hecho, hace seis años, el
diseñador argentino le rindió un homenaje a McQueen al versionar su mítico
final de la colección primavera-verano 2009. Churba, a diferencia de los robots
del desfile de McQueen, utilizó sus propias manos para intervenir el vestido
blanco que llevaba una modelo, quien, simulando ser una bailarina de cajita
musical, danzaba en su eje mientras el diseñador le lanzaba, a lo Jackson
Pollock, pinturas de diferentes colores. Y ahora, en la presentación de Valores, la cita es indiscutible. Basta
con recordar la colección primavera-verano 2000 de Chalayan, donde las modelos,
de frente al público, se vestían con trajes que formaban parte de la
escenografía. Pero Churba sube la apuesta: es él mismo quien forma parte de la escena.
No sólo la dirige desde bambalinas sino que la interrumpe y la completa y nada
menos que en una galería de arte, la meca del arte visual.
Si bien otras
marcas de culto, como Bandoleiro, de Gerardo Dubois; o la de Manuela Rasjido,
también emplazaron sus desfiles en museos, ya sea en el Malba, con la excusa de
la colección primavera-verano 2013, o en el Macba, con la presentación
otoño-invierno, respectivamente, lo interesante en Churba es la cuota
experimental que no sólo invade sus vestibles,
sino también sus exhibiciones, reivindicando así el paradigma artístico.
Rápidamente,
este fenómeno puede ser concebido como una forma de destacarse,
individualizarse o incluso de captar más visibilidad y, así, generar mayor
rentabilidad. Pero, al mismo tiempo, los cruces con las prácticas artísticas
son concretos. El carácter autorreferencial invade cada intención de trascender
el cánon. En analogía con el artista conceptual, el diseñador, tomando
conciencia de las posibilidades de su dispositivo, experimenta sobre los
límites de su práctica y habilita un sinfín de manifestaciones que dejan
marcado, cual pincel sobre la tela, que el desfile de moda también se
resignifica y explora nuevos horizontes.
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