El Fashion Film, entre el cine y la moda
“El
cine, desde el mismo momento de su aparición, ha provocado el surgimiento de
unos ídolos populares que son imitados en su forma de vestir por miles de
personas”, sentencia Paula Crocci en su libro Los cuerpos dóciles (3ra ed. 2011). Infinitos son los ejemplos de
aquellos usos o hábitos impuestos por los films que logran insertar diferentes
corrientes sociales en cada época. Esto es así, en principio, debido a una
característica intrínseca del séptimo arte: la capacidad de identificación con
los personajes que atraviesa a cualquier espectador. Y es justamente el
vestuario por medio del diseño de indumentaria, quien contribuye, a partir de
su carga emotiva engendrada al fundir personaje y persona, a generar la tan
ansiada identificación.
A
lo largo de la historia del cine y haciendo foco en los años dorados de
Hollywood, es fácil encontrar ejemplos de tendencias de indumentaria creadas a
partir de protagonistas de películas que catapultaron el uso de alguna prenda
que luego fue recreada por conocidos diseñadores y por casas de ropa accesibles
y no tanto al público común. Sólo para citar a algunos de ellos, puede
mencionarse el caso de Humphrey Bogart y los trench coats usados en Casablanca
(1942) que sirvieron para que Burberry
monopolice aquellos abrigos de gabardina para la lluvia; también puede
recordarse el estilo sobrio y glamoroso Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany´s (1961), encarnado en el vestido negro y sus diamantes
que le otorgó a Givenchy años y años
de éxito al lado de su estrella fetiche. Imposible olvidar las polainas y los
remerones oversize de Jennifer Beals
en Flashdance (1983), ya que son
prendas que siguen vistiendo a mujeres hoy en día.
El
arte del cinematógrafo provoca una relación singular de tipificación cultural
de la cual solo pocos logran despegarse. Andre Bazin en su texto Ontología de la imagen fotográfica,
explicaba que el origen del cine era la fotografía. A partir de ahí que dicho
lenguaje, como puesta en escena, dirigía la mirada. A su vez, otro crítico de
cine, Robert Ebert, habla del cine como la maquinaria de empatía más poderosa
de todas las artes. A la hora de enunciar a los Fashion Films ambas
definiciones encajan perfectamente en lo que estos “nuevos” cortos quieren
evocar. Si bien hace ya más de una década que dichas piezas se mueven como pez
en el agua por las redes sociales –su soporte oficial-, poca teoría ha sido
escrita al respecto. Hace cuatro años se creó en Buenos Aires el festival que
los celebra, BAIFFF (Buenos Aires Fashion Film Festival), aunque en otras
partes del mundo como Berlín, Milán, París, Portugal o Madrid ya tiene
historia.
Ahora
bien, los cortos cinematográficos ya pertenecen a un género consagrado. ¿Pero
qué pasa con estas cortas producciones audiovisuales que narran conceptos o
estilos de diseñadores de indumentaria? Múltiples aristas pueden desprenderse
de dicha interrogación. Lo concreto es que todavía no se encuentran
resguardados por un género propio aunque de a poco intenten lograrlo. Cabe
destacar que combinan ciertas clasificaciones que incluyen directrices
normativas bien características de ese, en potencia, género artístico y no de
otro: son producciones audiovisuales cinematográficas de no más de veinte
minutos, que evidencian por medio de la imagen y el sonido conceptos o
estéticas propias de diseñadores de indumentaria. Todo esto llevado a cabo con
la intención no sólo de dar a conocer o comercializar una determinada
colección, sino con el fin de provocar sentimientos en aquellos espectadores
para lograr su identificación, en el mejor de los casos.
Para
transmitir emoción y sensaciones varias, los Fashion Films se apropian de
distintos recursos cinematográficos como el color vibrante (Prada ,2012) o los extremos blancos y
negros (First Kiss, 2014), a la
narración de alguna historia cual comedia romántica haciendo hincapié en los
guiños al espectador por medio de reconocidos actores, o lugares comunes de
pelea y reconciliación tan efectivos en la pantalla grande (Crush, 2013). Con la misma intención
están aquellos que podrían pertenecer al estilo de autor, donde su director
define el arte del film como consecuencia de una mayor libertad a la hora de
plasmar sus sentimientos, inquietudes y visiones del mundo en general y termina
siendo reconocido por sus rasgos típicos (Muta,
2011).
La
narración por medio de fotogramas hilvanados para enmarcar ideas que pueden ser
relatadas en planos secuencia, planos generales o primeros planos y que cuenten
historias surrealistas, de acción, de amor y un sinfín más, evidencian la
pluralidad de expresiones artísticas que rodean al diseño de indumentaria. Sin
mencionar a los creadores de dichas piezas que no son sin más ni menos
directores de cine, algunos más reconocidos que otros, pero cuyo objetivo es
hacer de cualquier historia una pieza artística. Como alguna vez escribió Oscar
Traversa en ocasión de un texto realizado para el libro Los cuerpos dóciles, hacia un tratado de la moda (2011): acerca de
la moda hay algo que decir. La realidad es que la moda misma dice mucho. Lo
dice en sus prendas y en quienes las portan, lo dice en sus desfiles cada vez
más performáticos, lo dice en sus fotografías, y también lo dice a través del
lente de la cámara.
A
su vez, también coexisten propiedades únicas del fashion film: mostrar y
habilitar modas de indumentaria, colecciones u objetos de deseo que luego serán
vistos no sólo en vidrieras y pasarelas, sino también masificados en la calle
por miles de personas. De este modo, por medio del lenguaje audiovisual, la
acción de imprimir tendencias sigue saliendo de la pantalla. Quizás en el caso
de los mencionados cortos es una acción consciente y premeditada, y en el caso
de las películas, es necesariamente una situación cultural y sociológica que
dudosamente dejará de ocurrir.
La
artisticidad del formato corto de moda queda a la vista. Ahora se hace cargo de
ese lugar que cobraba vida en la pantalla: dictar la moda a partir de cada uno
de sus fotogramas. Durante las décadas del ´30, ´40 y ´50, el cine se encargó
de acercarles a las personas qué se usaba, y lo hacía por medio de sus actores
y actrices favoritas. De ahí surge la idea del diseñador reconocido y de musa.
La retroalimentación entre un mundo y otro toma forma, por ejemplo, cuando
prendas creadas especialmente para un personaje bajan al mundo cotidiano dando
el nombre a particulares formas de sweaters. Tal es el caso del cardigan usado
por Joane Fontaine en Rebeca (1948),
aquel largo jersey sin cuello y con botones era mostrado constantemente por
Hitchcock. Fue tal su éxito que ese modelo fue bautizado rebeca.
En
relación con los entrecruzamientos culturales entre el cine y la moda, los
Fashion Films retomarían pero quizás adrede la invaluable capacidad de
exhibición del cine. En un principio casi de casualidad surge la intención de
determinadas marcas de aparecer en películas para publicitar sus colecciones.
Ahora es claro el alcance y el poder de la pantalla para viralizar cualquier
tipo de contenido y esto sumado a la propagación de las redes sociales y a la
creciente instantaneidad de los tiempos modernos. Los usos y costumbres del
celuloide ponen de manifiesto las interacciones con el mercado y el uso de las
modelos/estrellas como referentes aspiracionales. Es que la característica
publicitaria existe y es concreta. Pero debería de dejarla de lado a la hora de
analizar el carácter expresivo, experimental y creativo de estos cortos.
En
sus principios era sólo moda lo que se veía en estas producciones de corta
duración que día a día se fueron consagrando como un formato asiduamente
adoptado por las marcas de consumo y los directores de cine. Sin embargo, con el paso del tiempo estos cortos fueron
cimentando un conjunto de características, modos de hacer y de circular que se
alzan en pos de dar a conocer un concepto o una idea de diseño, de estilo, de
moda, pero también un lugar de exploración y de libre albedrío para la
creatividad.
Actualmente,
este formato bucea entre las aguas del videoclip y la publicidad aferrándose a
lo experimental y dejando por fuera de foco lo puramente comercial. Porque si
bien son marcas las que buscan dar a conocer su concepto o identidad, los
anclajes artísticos son concretos y el resultado permite contemplar
producciones culturales que habilitan un sinfín de posibilidades formales y
técnicas a la hora de crear contenido audiovisual sobre moda y arte.
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